Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

domingo, 23 de marzo de 2014

Sensación de atardecer

Sensación de atardecer, del crepúsculo en mis venas, de que en mí todo se apaga. Por mí todo pasa y todo muere y yo muero con todo, ya convertida en nada. Así, caen uno a uno los recuerdos fabricados, se pierde todo lo que fui. Muero porque hoy puedo jurar que un día viví. Como nací, muero desgarrando, aferrándome al conjunto de mi vida. Soy una espiga quebrada por el viento, secada por un sol que anuncia el fin de un día, por una estrella que en el invierno de todo me da la promesa de un nuevo verano… un momento, ¿es posible que yo crea en las promesas?


Esta es una carta de rendición. Te felicito, has ganado la última batalla. Confieso que mis ojos nunca pudieron soportar toda la luz que desprendías, odiaba tu belleza, tu sincera belleza. Eres quizá la más bella de todas, tanto que me acabó siendo insoportable. El mundo, créeme, siempre estuvo de tu parte, y yo en cierto modo odiaba no estarlo. Siempre he pensado que esa era mi función: nadar en tu contra, desmontarte, deshacerte, desbaratarte. A veces pienso que la vida nos da ciertos papeles, roles, y que nosotros, pobres, no tenemos más remedio que aceptarlos y seguir con el juego, porque el error más imperdonable siempre es quedarse parado. Puedes llamarme idiota, pero sonrío al creer de verdad que tú y yo nunca paramos, que danzamos desenfrenadamente hasta el final.
Debo admitir que fue una guerra muy larga y dura y que eres una digna rival. Quizá sea porque somos anteriores a todo y nos conocemos muy bien, sabemos exactamente por qué flanco atacar y de qué manera hacerlo. Todavía me dura el latir apresurado del corazón desde el último asalto, los sudores fríos, los nervios y el miedo en el estómago. El recuerdo de tu indudable belleza a cada instante, como si estuvieras continuamente y con cada movimiento posando para algún artista alucinado. Te felicito por cómo combatiste tan sutil pero inquebrantable, por recordar que existen razones por las que todo puede merecer la pena.
Confieso que a veces se me olvida que pertenezco a las tinieblas y me gustaría ser tú. Soy un poco feliz en esos momentos, en fin, yo siempre tan oscura y tú tan clara, yo tan lenta y tú tan de relámpago, yo tan de invierno y tú tan de primavera. Yo tan encerrada y miserable y tú tan libre por los prados. Tú tan estrella fugaz de las que siempre se quedan.
Todos los trenes han partido ya y no me subiré a ninguno de ellos. Creo que una parte de mí teme encontrarte en cualquier esquina, y que entonces me vuelva a fulminar tu luz. Quizás, en alguna parte de tu sincera piedad, te apenen mis palabras, pero ya sabíamos que para que el juego acabase una tenía que morir. Quién mejor que tú para saberlo, vieja rival, pues muchas fueron las veces en las que te ahogué, quebranté tus fuerzas, me impuse sobre ti y perdiste. Hoy, créeme, el mundo sonríe porque tú has ganado.
Supongo que ya no me queda mucho más que decir. El dolor es infinito pero al mismo tiempo me cura porque me has enseñado a perder. Sabes como yo que, aunque hoy muera, tú y yo, de extraña naturaleza, volveremos a vernos. Quizá dentro de un segundo, el tiempo que tarde en librarse otra batalla entre tú y yo como hasta ahora siempre ha sido, durante todos estos millones de años. Porque, si algo me ha enseñado el ser humano en todo este tiempo, es que tú y yo estamos condenadas a enfrentarnos.



De: la Mentira
Para: la Verdad



Autora: Cristina


1 comentario:

  1. Precioso texto! Me ha encantado como la mentira se declara perdedora y deja entrever una ligera envidia hacia la verdad.
    Muy bonito y original!!

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"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)